Desabrochemos la piel.
Cerremos los ojos, arranquémonos el esternón y escuchemos dentro. La vida es densa y no numerable. Hay sonrisas que burlan a la gravedad. Escojamos la primavera y los iris de paz. Conformemos, amor, nuestra cinta de Moebius. Volvamos a levantarnos entre sangre fresca y cicatrices viejas, que no quede hueco abierto por el que verter la muerte. Colguemos el corazón a curar a cielo descubierto. Aprendamos a vivir con los espejos rotos hasta que el castillo de arena sea lamido por las olas a ritmo pausado. Que queden ecos de nuestras miradas.